sábado, 19 de junio de 2010

“Ernesto, me tenés podrido”

Por: Carlos Barragán, periodista
cultura@miradasalsur.com

Ernesto, me tenés podrido. La vez pasada contesté tu columna porque me citabas directamente aun sin nombrarme. Y esta vez lo hago porque, otra vez sin citarme, leo en tu nueva columna que versa sobre qué es ser periodista: “en estos tiempos en los que se pretende instalar que la única manera digna de serlo (periodista) es recibir una paga –directa o indirecta– del Gobierno y repetir que todos los periodistas son títeres, y que todos los opositores son malísimos y que todos los oficialistas son realmente brillantes”.
Me tenés podrido, Ernesto. Porque yo recibo una paga “indirecta” del Gobierno, de la misma manera que lo hacen mis compañeros de programa, una paga que recibimos para criticar cómo se maneja el periodismo cuando las papas queman. Porque ahora las papas queman, Ernesto. ¿Sabés por qué? Porque el grupo económico –que a vos te da tu paga– cuando deba atenerse a nuevas normas elaboradas, dictadas, sancionadas y aplicadas democráticamente perderá gran parte de sus negocios. Y estos negocios incluyen el gran negocio de monopolizar el relato de la realidad. Ya sé que eso no es cierto para vos que no creés que TN, los noticieros del 13, y demás parlantes, hayan saboteado la 125, ni que hayan saboteado el pago de deuda con reservas, a Marcó del Pont, la estatización de las Afjp, todos los viajes diplomáticos, ni que inventen que Carrió es una política lúcida, ni que bombéen la AUH, ni que reprochen (y tergiversen) día a día cada dicho de la Presidenta, ni que tilden de mentira cada anuncio oficial, ni que llamen “piquete” o “caos de tránsito” a toda expresión social… y la lista es interminable, Ernesto. Porque aunque vos no lo creas la mayor empresa periodística del país –que es en la que trabajás– no para ni un segundo de maquinar para imponer su verdad. Que no es una verdad cualquiera (todos tenemos una) sino la verdad de un grupo económico que intenta sobrevivir cuando las papas queman. Y las papas queman, Ernesto. Porque además esa empresa que paga tu sueldo nació, creció, se desarrolló y se volvió hegemónica entre sus competidoras de manera tan oscura que hasta parece que las torturas fueron parte de su fundación. ¿Pensás que lo de Papel Prensa es otra manipulación?
Y esa empresa, esa que vos no creés que esté fuera de sí para autoconservarse, tiene el problema de que su dueña podría ser apropiadora de hijos de desaparecidos. Tanto podría serlo que hace nueve años que está evitando la resolución del caso.
Entonces, Ernesto, me tenés podrido. Porque la máquina periodística donde trabajás está puesta al servicio de evitar a cualquier costo que se compruebe el delito de apropiación de personas, el delito fundacional de Papel Prensa, y que se aplique una ley democrática que choca contra su funcionamiento hegemónico. Esa empresa periodística usa al periodismo como una palanca para sobrevivir como empresa comercial.
Y hablás de periodismo y dignidad, Ernesto. Y te enojás con quienes señalamos esto, y te tomás el trabajo de encontrarle virtudes a Majul, a Morales Solá, y a Santoro. ¿Qué tal si buscás algún delito resuelto por el Fino Palacios, o si te acordás de lo bien que hizo Menem en sacar el servicio militar, de contar que Neustadt le dio trabajo a un adolescente y hombre de bien Carlitos Ulanovsky, o que Cecilia Pando es una mamá copada?
Tu idea es que nada es blanco o negro, que todo es un poco de todo, que las cosas no son tan claras, que no hay buenos ni malos, que nadie es dueño de la verdad, que no se puede tirar la primera piedra y un montón de clishés más para explicarte a vos mismo que el mundo es un lugar inasible, gelatinoso, donde todos somos más parecidos que diferentes. Pero las papas queman, Ernesto. Hay cosas que están cambiando y hay quienes quieren que cambien, y otros que no. Y habemos quienes ponemos la cara para que las cosas cambien, y nos sentimos en el lugar correcto.
Yo soy uno de esos que cobra, como decís vos, “indirectamente” del Gobierno. El mismo Gobierno que paga a los maestros para enseñar, a los médicos para curar, a los policías para cuidar, y a mí para que pueda pensar sin las presiones de las buenas empresas. Que son buenas, pero a veces se vuelven demasiado poderosas. Y me pagan, me pagan con menos ceros de los acostumbrados en la tele. Como para que ese dinero no me genere un amor desmedido por quienes me pagan. Ese amor, ese Síndrome de Estocolmo que a veces viven los periodistas estrellas, engordados desmesuradamente para que hagan suya la lógica empresaria del millón, el dos, el tres, y el infinito.
Porque las papas queman, Ernesto.
Por eso cuando decís: “Ojalá el periodismo no se transforme en la mediocridad de cobrar un sueldo en el Estado para elogiar al Gobierno y detractar a sus críticos”, yo siento que forzaste una abstracción que no abunda en honestidad intelectual.
¿De qué críticos al Gobierno hablás? ¿de Magnetto? ¿de la Sra. de Noble? ¿de Mariano Grondona? ¿de Blank? ¿de Kirschbaum? Ya lo sé, no te gusta que se ataque a la gente, porque nadie es un “malo absoluto”. Pensás que eso es berreta, de barricada, es la lógica del amigo/enemigo. Una baratija dialéctica para engañar a los incautos.
Pero la mediocridad de cobrar un sueldo del Estado para elogiar al Gobierno, es muy parecida a la grandeza de cobrar de Clarín para elogiar a Clarín.
¿Estoy loco, o alguna vez te escuché elogiar a Clarín porque ahí trabajás en libertad?
Yo no creo que por eso seas un mediocre ni un héroe. Tendrás alguna buena razón para querer estar ahí, pero para eso necesitás olvidarte que estás en un lugar donde hoy el periodismo se pasa por una picadora de carne. Y donde tu libertad individual en el mejor y más triste de los casos sirve como el aceite que lubrica a la máquina de desinformar. La máquina de proteger a la máquina.
¿Creés que en Mitre me querrán dar un programa a mí? ¿Y si voy con Pablo Llonto? ¿O a Sandra Russo, o a Galende para escuchar “todas las voces”?
Me tenés podrido, Ernesto.
Mis elogios al Gobierno los hago desde antes de estar donde estoy. Los hacía gratis. En realidad esos elogios los pagué de mi bolsillo. Los pagué con alguna oportunidad de trabajo perdida. Y mis críticas al Gobierno las hago entre amigos, porque el espacio que tengo en la tele. prefiero usarlo para criticar a quienes no quieren nada de lo bueno del Gobierno. ¿Te parezco muy indigno?
Tu columna habla del Día del Periodista, y escribís “en estos tiempos me vienen a la memoria muchas de las historias valientes, íntegras y conmovedoras…”.
Mirá, Ernesto, en estos tiempos para el periodismo las papas queman, y no me parece conmovedor haberse quedado bajo el ala de la corporación periodística más poderosa que existió en el país. Corporación que a tu mencionado diario Di Presse, seguramente –y como es su estilo– no le haría la vida fácil.
A mí, como a vos, me encantaría que hubiera más de un buen diario escrito en idisch, diarios en mapuche, en guaraní, diarios de derecha, diarios zurdos, diarios fachos, diarios brillantes, y diarios mentirosos también.
Por eso defiendo la ley de medios, y por eso estoy orgulloso de estar en Canal 7.
Por eso me tenés podrido. Porque las papas queman, y vos seguís mirándote el ombligo. Porque nos agarró una granizada, y vos pensás que hay gente mala que te tira piedritas blancas. Y es que graniza, nomás.
Porque el clima a veces cambia, te guste o no te guste.

lunes, 14 de junio de 2010

La Copa Plastibol

Por Juan Sasturain

El plástico empezó a utilizarse para hacer juguetes en la década del cincuenta. Segunda mitad, me animo. Recuerdo perfectamente cuando llegaron las primeras pelotas –azules, rojas, amarillas– chicas, de plástico duro, para ocupar el lugar de las de goma, las gloriosas Pulpo y otras de menor fama y memoria. Picaban con ruido de cáscara de huevo y los coches las reventaban con el mismo sonido espantoso que a las de goma. Pero, sobre todo, volaban. Eran muy baratas, livianísimas e ingobernables.

Con los años llegaron otras, ya más grandes y de un plástico no rígido sino más blando, grueso y elástico, que botaban con ruido opaco y reventaban también clásicamente bajo los colectivos. Siempre, cosa de chicos.

Después –finalmente– llegaron las Plastibol, modelo acabado de la pelota de plástico blando en su máxima expresión popular, con válvula y el engrupido dibujo de los falsos gajos, tamaño standard cercano al de la de cuero. Primer balón infantil y soberana en los cumpleaños de la primaria, la Plastibol era el instrumento infaltable del picado playero por dos motivos, entre otros: se mojaba y no importaba (flotaba cómoda entre las olas), era liviana y su impacto –darle a una vieja que tomaba sol, por ejemplo– no era drama y por eso mismo era más fácil de remontar a patadas en la arena seca. Eso sí: en el aire, iba para cualquier lado, pesadilla de arqueros y juguete del viento. Imposible pegarle de lejos con cierta pretensión de darle destino fijo.

Todo esto vuelve a la memoria y a las sensaciones cuando vemos la perversa pelota inventada por Adidas y bendecida por la FIFA para este Mundial de Sudáfrica. Es un asco. Sólo la necesidad de hacer negocios con todo y de todas maneras justifica que desde hace varios mundiales se fabriquen pelotas especiales para cada competencia y que la tendencia sea hacerlas cada vez más ingobernables e imprevisibles. ¿Sabrán jugar o les gustará el fútbol a los sin duda sabios ingenieros que las diseñan? Porque el resultado –para el juego– es deplorable.

Hay imbéciles con chapa que incluso han justificado esta tonta pelota obligatoria, la Jabulani –hasta las bautizan, los chorros– con la idea de que al hacer más difícil prever su trayectoria habrá más dificultades para los arqueros y –entonces– más goles... Hay que ser nabos o mentirosos para argumentar así: la dificultad la tienen todos los que la usan (todos) y en estos pocos partidos iniciales –desde el viernes a ayer domingo inclusive–, hemos visto cómo fue prácticamente imposible que alguien pudiera embocar un tiro libre en el arco si intentaba superar la barrera por encima –Messi y la Bruja fueron nuestros ejemplos–, cómo los cambios de frente o los pelotazos en profundidad, si la pelota picaba, terminaban en el lateral o la línea de fondo, cómo notables cabeceadores no podían darle con precisión, siempre sobrados por una pelota que no termina de caer, o cómo los arqueros –pobre Green, el inglés del papelón– cuando viene al cuerpo, dudan entre retenerla o devolverla con un golpe de voley. Claro, donde menos se nota la diferencia es en el toque corto y preciso, sutil, a ras de piso, aunque corriendo con ella suele irse larga al menor estímulo excesivo...

Lo curioso (o no) es que, hasta ahora, los que mejor la usaron en todos los sentidos han sido los alemanes, que por algo la fabricaron (o la hicieron fabricar en el Sudeste Asiático). Seamos malos: hace dos años largos (digo yo) que seguro entrenan con ésta... Porque, ayer ante Australia, tocaron, cambiaron de frente, metieron centros con precisión, hicieron (Klose) un golazo de cabeza y dieron la mejor demostración de fútbol del fin de semana.

Si como suele decirse –cito a Valdano que citaba no sé a quién–, “el fútbol es un deporte que se juega once contra once y suelen ganar los alemanes”, esta vez y una vez más, los dueños de la pelota están muy bien preparados y colocados para ganar esta Copa Plastibol, Sudáfrica 2010.

domingo, 6 de junio de 2010

Manosantas

El universo de manosantas, curanderos, clarividentes y brujos se nutre de la demanda de clientes angustiados por motivos diversos. Todos ellos, más o menos inescrupulosos, están unificados por lo mismo: el fraude ante la desesperación. Pese a que no pocos depositan esperanzas en esos mercaderes del dolor físico o emocional, no son aceptados en el ambiente de las ciencias y ni políticos o referentes sociales se animan a proponer la formalización de esas actividades. En forma coloquial se los denomina chantas, algunos operando en la ilegalidad y otros en los límites.

En el mundo de las finanzas también intervienen personajes y compañías que si no fuera porque están socialmente aceptados y cuya institucionalidad está admitida por el poder, se ubicarían en espacios cercanos a ese grupo observado. Las calificadoras de riesgos son entidades que sólo continúan operando porque han sido funcionales a fortalecer la hegemonía de las finanzas globales. Reúnen la complicidad de sus beneficiarios y de líderes políticos que no se animan a borrarlas del escenario del sistema financiero. El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, ha sido contundente con las calificadoras. En una reciente columna de opinión publicada en The New York Times escribió: para muchos puede ser “reconfortante pretender que la crisis financiera fue causada solamente por errores honestos. Pero no fue así. Fue, en gran parte, el resultado de un sistema corrupto. Y las calificadoras de riesgo fueron una gran parte de esa corrupción”.

Pese a ese comportamiento técnico desastroso y de fraude en sus operaciones, la opinión de las calificadoras es requerida por el mundo mediático dominante y por los grandes fondos de inversión en la evaluación de los países. En la debacle del euro están profundizando la crisis de España y Grecia al rebajar las notas de sus bonos soberanos y de la deuda emitida por empresas de esa nacionalidad, en una dinámica perversa de destrucción de esas economías vía ajustes más privatización y fuga de capitales acelerada por esas evaluaciones.
Fuente: Página/12
Pese a la responsabilidad que hasta el Congreso de Estados Unidos les atribuye a las calificadoras de riesgo en la propagación de la crisis, sus notas siguen definiendo la suerte de los países deudores. Ayer, volvieron a castigar a Grecia.
La agencia de calificación Moody’s les rebajó la nota a los bonos de deuda griegos hasta el nivel de “inversión especulativa”, que en la jerga financiera equivale a “bonos basura”. El castigo a la golpeada economía helénica, según el comunicado de la calificadora, “refleja nuestro análisis del equilibrio entre las fortalezas y los riesgos asociados con el plan de ayuda aprobado por la Eurozona y el FMI”. Más allá del evidente problema de solvencia griego que está reflejando la nota de Moody’s, tanto esta agencia como sus pares Standard & Poor’s y Fitch son objeto de fuertes críticas por su papel en la formación de la burbuja que terminó en el estallido de la crisis internacional y por ello están siendo investigadas por el gobierno norteamericano. El panorama en Europa es muy frágil: en el lapso de una semana, la UE debió salir dos veces a desmentir que se esté preparando un paquete de ayuda para España. Sin embargo, ayer el euro recuperó algo de terreno frente al dólar.
Fuente: Página/12

miércoles, 2 de junio de 2010

Gobierno corrupto

No son opiniones, son hechos.
No resisten los archivos; y quedaron grabados.